VELAR Y ORAR
6/5/2025
1 Tesalonicenses 5
Pablo exhorta a los hermanos 12 Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; 13 y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros. 14 También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos. 15 Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos. 16 Estad siempre gozosos. 17 Orad sin cesar. 18 Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. 19 No apaguéis al Espíritu. 20 No menospreciéis las profecías. 21 Examinadlo todo; retened lo bueno. 22 Absteneos de toda especie de mal. 23 Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 24 Fiel es el que os llama, el cual también lo hará. Los ministros del Evangelio son descritos por la obra de su oficio, que es servir y honrar al Señor. Es su deber no sólo dar buen consejo, sino también advertir al rebaño de los peligros, y reprender lo que pueda estar mal. El pueblo debe honrar y amar a sus ministros, porque su negocio es el bienestar de las almas de los hombres. Y el pueblo debe estar en paz entre sí, haciendo todo lo posible para evitar cualquier diferencia. Pero el amor a la paz no debe hacernos guiñar el ojo al pecado. Los espíritus temerosos y afligidos deben ser alentados, y una palabra amable puede hacer mucho bien. Debemos soportar y aguantar. Debemos ser tolerantes y contener la ira, y esto con todos los hombres. Todo lo que el hombre nos haga, debemos hacer el bien a los demás. Debemos regocijarnos en las comodidades de las criaturas, como si no nos regocijáramos, y no debemos esperar vivir muchos años, y regocijarnos en todos ellos; pero si nos regocijamos en Dios, podemos hacer eso para siempre. Una vida verdaderamente religiosa es una vida de constante alegría. Y nos alegraríamos más si oráramos más. La oración ayudará a avanzar en todos los asuntos lícitos y en toda obra buena. Si oramos sin cesar, no nos faltará motivo para dar gracias en todo. Veremos motivos para dar gracias por lo que ahorra y previene, por las misericordias comunes y no comunes, pasadas y presentes, temporales y espirituales. No sólo por las providencias prósperas y agradables, sino también por las aflictivas, por los castigos y las correcciones; porque Dios lo diseña todo para nuestro bien, aunque por el momento no veamos cómo tienden a él. No apaguéis el Espíritu. Se dice que los cristianos son bautizados con el Espíritu Santo y con fuego. Él obra como el fuego, iluminando, avivando y purificando las almas de los hombres. Como el fuego se apaga quitando el combustible, y como se apaga echando agua o poniendo mucha tierra sobre él, así debemos tener cuidado de no apagar el Espíritu Santo, dando rienda suelta a los deseos y afectos carnales, pensando sólo en las cosas terrenales. Los creyentes a menudo obstaculizan su crecimiento en la gracia, al no entregarse a los afectos espirituales suscitados en sus corazones por el Espíritu Santo. Por profecías se entiende aquí la predicación de la palabra, la interpretación y aplicación de las Escrituras. No debemos despreciar la predicación, aunque sea sencilla, aunque no se nos diga más que lo que sabíamos antes. Debemos escudriñar las Escrituras. Y probar todas las cosas debe ser para retener lo que es bueno. Debemos abstenernos del pecado, y de todo lo que se parece al pecado, conduce a él y lo bordea. El que no se asusta de las apariencias del pecado, el que no evita las ocasiones de cometerlo, y el que no evita las tentaciones y los acercamientos a él, no se mantendrá por mucho tiempo sin cometer pecado.
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AuthorEscrito Por La Pastora Trini Ildefonso Ministerio LRC Categories |