Libres para servir en santidad y justicia
12/18/2013
Libres para servir en santidad y justicia
Lucas 1:68-75 Cuatro de los cinco libros de los Salmos se cierran con estas palabras: «Bendito el Señor, Dios de Israel}» (Psa_40:14; Psa_71:18; cf. 88,53; 106,48). Todos los salmos proclaman las obras de Dios en la creación y en la historia de la salud. La respuesta humana a las obras divinas no puede ser sino la alabanza de Dios. Lo que se anuncia con el nacimiento de Juan, e s remate y coronamiento de todos los grandes hechos de Dios, que como Dios de Israel actúa en la historia, se ha escogido a Israel entre todos los pueblos como pueblo de su propiedad, lo ha guiado en forma especial y lo ha destinado a ser una bendición para todos los pueblos. El profeta habla del futuro, como si ya estuviese presente. Dios quiere intervenir en la historia de su pueblo aportando la salvación por medio del Mesías venidero, quiere enviar un poderoso salvador (cuerno de salvación) y preparar la obra redentora. Con el nacimiento de Juan se ha acercado el tiempo de la salud, su venida ha adquirido tal certeza. que se considera ya presente. Van a cumplirse las promesas proféticas del tiempo pasado, que anuncian el rey soberano y Mesías de la estirpe de David. «Juró Yahveh a David esta verdad y no se apartará de ella: Del fruto de tus entrañas pondré sobre tu trono... Ciertamente eligió Yahveh a Sión, la adoptó por morada suya: ésta será para siempre mi mansión; aquí habitaré, porque la he elegido... Aquí haré crecer el poder de David y prepararé la lámpara a mi ungido» (Psa_132:11 ss). Visitación, redención, salud, soberano de la casa de David: todo da a entender que se cumplen los grandes anhelos y esperanzas. Juan es el precursor del portador de la salvación. El Mesías salva a Israel de la opresión de sus enemigos y de todos los que lo odian. La salvación que realizó Dios en su pueblo cuando lo liberó de la esclavitud de Egipto, se cumple ahora de manera mucho más grandiosa. «Gritó (Dios) al mar rojo, y éste se secó, y los hizo pasar entre las olas como por tierra seca. Los salvó de las manos de los que los aborrecían y los sustrajo al poder del enemigo» (Psa_106:9s). Cuando alborea el tiempo mesiánico, también los padres de Israel, los antepasados del pueblo israelita, experimentan la misericordia; porque todavía viven y se interesan por las suertes de su pueblo. «Vuestro padre Abraham se llenó de gozo con la idea de ver mi día; lo vio, y se llenó de júbilo» (Joh_8:56). Ahora se realiza la alianza que concluyó Dios con Abraham. «He aquí mi pacto contigo: Serás padre de una muchedumbre de pueblos... Te daré pueblos, y saldrán de ti reyes... Mi pacto lo estableceré con Isaac... Y se gloriarán en tu descendencia todos los pueblos de la tierra» (Gen_17:4.6.21; Gen_22:18). El Mesías es la realización de todas las promesas e instituciones, de todas las esperanzas y ansias de la antigua alianza. él es aquel a quien miran los que ya murieron y viven en el otro mundo, los que todavía viven y los que han de venir. él es el centro de la humanidad. Dios habla a Abraham: «Por mí mismo juro... que por no haberme negado tu hijo, tu unigénito, te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como las arenas de las orillas del mar, y se adueñará tu descendencia de las puertas de sus enemigos» (Gen_22:16s). Todo lo que obliga moralmente a los hombres a cumplir sus promesas, todo esto se dice de Dios: hizo promesas, contrajo un pacto de alianza, incluso pronunció un juramento. Con el envío de Cristo cumple Dios aquello a que se había obligado. Los suspiros y clamores de los hombres no resuenan en el vacío. Dios los oye y los satisface en Cristo, que no es solamente el centro de todas las esperanzas humanas, sino también el centro de todos los designios divinos relativos a los hombres. Cuando Israel es sustraído al poder de sus enemigos, queda libre para dedicarse al servicio de Dios. Puede servir a Dios en su presencia y con ello cumplir su misión sacerdotal que tiene que desempeñar entre los pueblos; porque Dios les dijo: «Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa» (Exo_19:6). El Mesías procura al pueblo de Dios espacio y libertad para celebrar el culto divino. Pero este espacio libre lo rellena también con la adoración de Dios del final de los tiempos (cf. Joh_4:2-26). «Ante todo, recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres: por los reyes y por todos los que ocupan altos puestos, para que podamos llevar una vida tranquila y pacífica con toda religiosidad y dignidad» (1Ti_2:1s). El servicio y culto divino consiste en santidad y justicia. El alma de la acción litúrgica es la entrega a la voluntad de Dios, una conducta santa. «Ofrece a Dios sacrificios de alabanza y cumple tus votos al Altísimo. E invócame en el día de la angustia; yo te libraré, y tú cantarás mi gloria» (Psa_50:14s). Comments are closed.
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AuthorEscrito Por La Pastora Trini Ildefonso Ministerio LRC Categories |