1 Juan 4:14-21
El Padre envió al Hijo, Él deseó Su venida a este mundo. El apóstol atestigua esto. Y cualquiera que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, en ése habita Dios y ése en Dios. Esta confesión abarca la fe en el corazón como fundamento; reconoce con la boca la gloria de Dios y Cristo, y confiesa en la vida y conducta contra los halagos y ceños fruncidos del mundo. Debe haber un día de juicio universal. El verdadero amor a Dios asegura a los creyentes del amor de Dios por ellos. El amor nos enseña a sufrir por Él y con Él; por tanto, podemos confiar que también seremos glorificados con Él. Debemos distinguir entre el temor de Dios y tenerle miedo; el temor de Dios comprende alta consideración y veneración por Dios. La obediencia y las buenas obras hechas a partir del principio del amor. Él envió Su palabra a invitar a los pecadores a participar de esta gran salvación. Que ellos tengan el consuelo del cambio feliz obrado en ellos mientras le dan a Él la gloria. El amor de Dios en Cristo, en los corazones de los cristianos por el Espíritu de adopción, es la prueba grande de la conversión. Esta debe ser probada por sus efectos en sus temperamentos, y en sus conductas para con sus hermanos. Si un hombre dice amar a Dios y, sin embargo, se permite ira o venganza, o muestra una disposición egoísta, desmiente a su confesión. Pero si es evidente que nuestra enemistad natural está cambiada en afecto y gratitud, bendigamos el nombre de nuestro Dios por este sello y primicia de dicha eterna. Entonces nos diferenciamos de los profesos falsos que pretenden amar a Dios a quien no han visto pero odian a sus hermanos a los que han visto. Comments are closed.
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AuthorEscrito Por La Pastora Trini Ildefonso Ministerio LRC Archives
June 2023
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