OPORTUNIDAD UNICA
10/9/2023
Jan 5:1-19
El paralítico de Betesda 1 Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. 2 Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. 3 En estos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. 4 Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. 5 Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. 6 Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? 7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. 8 Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. 9 Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día. 10 Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho. 11 Él les respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda. 12 Entonces le preguntaron: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda? 13 Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar. 14 Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor. 15 El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado. 16 Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo. 17 Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. 18 Por esto los judíos aún más procuraban matarle, porque no solo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios. Por naturaleza todos somos impotentes en materias espirituales, ciegos, cojos y marchitos; pero la provisión plena para nuestra curación está hecha, si atendemos a ella. Un ángel bajaba y revolvía el agua, que curaba cualquier enfermedad, pero se beneficiaba sólo aquel que era el primero en entrar al agua. Esto nos enseña a ser cuidadosos para que no dejemos escapar una ocasión que no puede regresar. El hombre había perdido el uso de sus extremidades hacía treinta y ocho años. ¿Nos quejaremos de una noche fatigosa, nosotros que, tal vez por muchos años, apenas hemos sabido lo que es estar enfermo por un día, cuando muchos otros, mejores que nosotros, apenas han sabido qué es estar bien un día? -Cristo apartó a éste de los demás. Los que llevan mucho tiempo afligidos, pueden consolarse con que Dios lleva la cuenta del tiempo transcurrido. Nótese que este hombre habla de la falta de amabilidad de los que lo rodean, sin reflejar enojo. Así como debemos ser agradecidos, también debemos ser pacientes. Nuestro Señor Jesús lo sana, aunque él no lo pidió ni lo pensó. Levántate y anda. La orden de Dios: Vuelve y vive; Hazte un nuevo corazón, no presupone en nosotros más poder sin la gracia de Dios, su gracia que distingue, de lo que esta orden supuso poder en el hombre incapacitado: fue por el poder de Cristo y Él debe tener toda la gloria. ¡Qué sorpresa gozosa para el pobre inválido hallarse repentinamente tan bien, tan fuerte, tan capaz de ayudarse a sí mismo! La prueba de la sanidad espiritual es que nos levantamos y caminamos. Si Cristo ha sanado nuestras dolencias espirituales, vamos donde nos mande y llevemos lo que Él nos imponga, y andemos delante de Él. Los aliviados del castigo del pecado corren el peligro de volver a pecar cuando se terminan el terror y la restricción, a menos que la gracia divina seque la fuente de su pecado. La miseria desde la cual son hechos íntegros los creyentes, nos advierte que no pequemos más, habiendo sentido el aguijón del pecado. Esta es la voz de cada providencia: Vete y no peques más. Cristo vio que era necesario dar esta advertencia, porque es frecuente que la gente prometa mucho cuando está enferma; y cuando están recién sanados, cumplen sólo algo , pero después de un tiempo, olvidan todo. Cristo habla de la ira venidera, la cual supera la comparación con las muchas horas, sí, con las semanas y años de dolor que tienen que sufrir algunos hombres impíos, como consecuencia de sus indulgencias ilícitas, y si tales aflicciones son severas, ¡cuán temible será el castigo eterno del impío! Comments are closed.
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AuthorEscrito Por La Pastora Trini Ildefonso Ministerio LRC Categories |